jueves, 20 de junio de 2013

Oda a la gonorrea

Gonorrea, tal como ocurre con un número importante de palabras en nuestra lengua, se encuentra pobremente definida en el paupérrimo diccionario de la Real Academia Española. Para esta "magna" institución, 'gonorrea' no merece más que un significado médico, de enfermedad venérea. De esta manera, la RAE ignora, impunemente y sin la protesta popular que ello debiera suscitar, su riqueza semántica. Este tratamiento hacia este hermoso vocablo -injusto como pocos- no sólo se manifiesta en las anacrónicas páginas del diccionario. La sociedad y sus normas de comportamiento han estigmatizado a la palabra gonorrea. Gonorrea ha sido excluida de los espacios interactivos cotidianos, siendo desplazada hacia el rincón oscuro y prohibido de la jerga vulgar e inapropiada.

La utilización pública de estos ocho caracteres, deliciosamente articulados en un sonoro y orgásmico sustantivo (la RAE le niega su naturaleza de adjetivo y adverbio), se encuentra categóricamente proscrita y severamente castigada. Miradas de desaprobación, gestos de desprecio y ademanes de asco se dibujan en los rostros de quienes, asumiendo una falsa apariencia de gente pulcra y de bien, tienen el "infortunio" de ser alcanzados por este sonido gutural y contundente. Esta gleba que desprecia a la palabra gonorrea es tan o más ignorante que la caterva de pelafustanes que permutan su derecho al sufragio por un par de tejas o unos embutidos baratos. Son ellos los que nos han hundido en el analfabetismo y el atraso económico.

Si el mundo fuera un lugar justo y la historia se escribiera por hombres verdaderamente probos, constructores de una sociedad ideal, la palabra gonorrea habría sido beatificada y descansaría en el cielo de los vocablos junto al Dios Padre de la lengua. Si las falaces bienaventuranzas de la hipocresía y la guarda de las apariencias fueran desplazadas por las mieles de la cruda pero hermosa verdad, la palabra gonorrea sería de obligatorio uso en los manuales de urbanidad y estilo literario. Si la academia se interesara por la belleza, las artes y el verdadero conocimiento, dejando de lado las frivolidades del dinero y lo efímero del 'éxito', todo catedrático, de cualquier área del saber, dedicaría un significativo espacio de sus clases al estudio puro e interactivo de la palabra gonorrea y su influencia el el desarrollo social. Pero no. Padecemos el infortunio de vivir en tiempos catastróficos que confirman la más brillante de las perogrulladas, hermosamente cantada por el enorme Santos Discépolo en su hermoso 'Cambalache': "el mundo fue y será una porquería...". Y porque el mundo fue y será una porquería, la palabra gonorrea seguirá condenada al ostracismo. Por eso, aunque sea muy poca cosa para asumir semejante tarea, me he dado a rescatar y a difundir (modestamente, lo reitero) las bondades de este término. Creo que en eso radica mi papel y obra en este mundo. Si mi existencia en algo valdrá la pena, ojalá que lo sea por esto.

Gonorrea es una palabra polisémica. Pero este carácter polisémico no se agota en la mera capacidad de denominar una pluralidad de significados mediante un mismo vocablo. No. La polisemia "gonorréica" funciona incluso y principalmente para formaciones lingüísticas contrapuestas, antónimas. Además, para cumplir con esta función de servir tanto a Dios como al mismo Diablo (si queremos ponerlo en términos de abuela), la palabra gonorrea no puede aislarse del individuo que la profiere y mucho menos de la forma en que dicho individuo la profiere. Es decir, 'gonorrea' es una expresión de humanidad. A través de ella podemos realizar una radiografía completa del ser humano; de sus virtudes y sus defectos; de aquello que lo hace grande y lo que provoca su repudio.

Si somos excesivamente metodológicos, podemos identificar dos aspectos principales de la palabra: uno negativo y uno positivo. En su aspecto negativo, la palabra gonorrea funciona como un corolario de sorpresa, indignación y asco ante un evento inesperado y de consecuencias trágicas. El sintagma "¡qué gonorrea!" en un contexto específico y acompañado de uno o varios gestos determinados (recordemos que su riqueza no permite separar esta palabra de su matriz fáctica) funciona como una descripción global y pormenorizada de las sensaciones causadas por el nocivo desenlace de una cadena de eventos dañinos. Ningún relato detallado de hechos concatenados podrá, jamás, compararse con la contundencia de nuestra santa palabra. Así, ante una inquisición del tipo "¿Cómo fue?", referida a un accidente por ejemplo, la mejor respuesta no consistirá en un rodeo infinito, desordenado e, incluso, morboso y sangriento de desventuras; bastará con, en voz baja y con la cabeza gacha, sollozar "una gonorrea" para dejar claramente establecido a nuestro interlocutor la calamitosa magnitud del infortunio.

En su aspecto positivo, gonorrea denota regocijo, admiración, reconocimiento a una gran destreza. El mismo sintagma "¡qué gonorrea!" aludido arriba, pero esta vez acompañado de gestos completamente opuestos a los usualmente empleados en su expresión negativa, representa un grito de júbilo ante lo que los ojos ven pero el sentido de la realidad se niega a reconocer dado su extraordinario carácter. Ante la misma inquisición del tipo "¿Cómo fue?", referida a un hermoso y multitudinariamente aplaudido evento, un simple "una gonorrea", acompañado de un reverbero de hermosos recuerdos dibujados en los ojos grandes y felices de quien tuvo la fortuna de presenciar tan magno acontecimiento, será mucho más eficaz que cualquier vacuo intento de plasmar la emoción suscitada a través de alguna otra composición de palabras.

La palabra 'gonorrea' es tan rica que su contundencia semántica y descriptiva es manifiesta tanto en situaciones absolutamente disímiles en su naturaleza más profunda (tal como se estudió anteriormente), como a eventos contextualmente idénticos, pero valorativamente opuestos. Dependiendo de su acompañamiento gesticular y, sobre todo, de la fortaleza en su entonación, la hermosa 'gonorrea' es capaz de comportarse como un sonoro aplauso de reconocimiento, así como un abucheo de despiadada desaprobación. Para mayor claridad usemos un ejemplo. La expresión "X es una gonorrea para jugar al fútbol", dicha con la emoción de un chiquilín que acaba de ver a su ídolo marcar un magnífico golazo -valga la redundancia- después de dejar regados a su paso a quienes osadamente intentaron detenerlo, es un claro canto de exaltación a la capacidad futbolística del referido sujeto. Por el otro lado, la expresión "X es una gonorrea para jugar al fútbol", declarada con el desagrado de quien ha visto sus sueños derrumbados por un rechazo impreciso que termina en los botines de un atacante rival en posición de gol, es una diáfana manifestación de desaprobación que sugiere al mencionado dedicarse a la recolección de habas u otro oficio no relacionado con la actividad balompédica (palabra horrorosa esa 'balompié', de la cual ya nos ocuparemos en su debido momento).

Pero lo que más me gusta de la palabra gonorrea es que, no obstante su riqueza y la amplitud de su campo semántico, jamás se difumina en conceptos tibios. Su espacio natural y en el que me ha enamorado es en el de los frentes radicales. Si fuera política, se alinearía en la izquierda o la derecha; jamás en el vacilante centro o en la indecisa, acomodada y siempre políticamente correcta "socialdemocracia". Con la palabra gonorrea se es o no se es; se alaba de la manera más efusiva y afectuosa, o se despedaza despiadadamente sin contemplación de la más mínima susceptibilidad ajena. De ahí el nombre de este ridículo espacio; de ahí su objeto: plasmar lo que a mi entero juicio e incorruptible subjetividad es una gonorrea, para bien o para mal...             

2 comentarios:

  1. Muy interesante... Asumo que tiene mucho tiempo libre.

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  2. "Fuck u men gonorrea..." Descubra la película de donde tomé la cita.

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